Debo aceptar que no todo fue culpa tuya, debo de aceptar mi parte y asumir que yo también dejé que el amor se debilitara, dejé que cayéramos en la absurda monotonía. Así sin oponer resistencia, dejamos que la costumbre matara de poco a poco el amor, nos vencimos sin luchar, fallamos a nuestra promesa de amarnos cada día más.
A veces creo que aún nos podemos recuperar, volver a revivir la magia de los besos que nos hacían volar, guardo la esperanza al pensar que aún podemos escapar de ese cruel y lastimoso juego en donde somos extraños, incompatibles que no se pueden tolerar.
La verdad es que no entiendo en que momento ocurrió, como fe que nos perdimos, que fue lo que nos pasó.
Y sin embargo sé que ya no hay marcha atrás, y aunque me cuesta tanto verte marchar, empacar tus maletas y aceptar que ya no estarás, sé que tengo que asumir que es imposible seguir, pues nos causamos tantas heridas que seguirán doliendo incluso lejos de ti.
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Sé que dolerán mucho más la cicatrices, el recuerdo de un amor que lo fue todo, y hoy se queda en cenizas, en recuerdos plasmados en viejas fotografías, esas en donde aún somos cómplices, esas en donde aún eres el dueño de cada una de mis sonrisas.
Que tristeza es darme cuenta que el amor es un fuego que se apaga con los años, que triste fue caer en la trampa de hacernos daño, de perdernos, de romper los pactos que hicimos cuando nos amábamos.
Yo que había soñado ser tu amor eterno, yo que imaginaba caminar de tu mano en mis últimos años, en el final de nuestros tiempos.
Qué triste es descubrir que todo se quedó en palabras vanas, en promesas que no supimos hacer valer.
Que tristeza saber que nos dejamos perder.
Escrito por: Señorita Libélula.